domingo, 5 de octubre de 2008

Acerca de Panamá

En la mentalidad de muchos colombianos, existe la idea de que Panamá fue sustraída de la República de Colombia por un complot, organizado por los Estados Unidos de América, para así beneficiarse de la construcción del famoso canal. Así lo representa la obra “I Took Panama” se orientación claramente antiestadounidense, que nos hace ver cómo Colombia se deja arrebatar el departamento insular por parte del Tío Sam; su director, Jorge Alí Triana, comenta al respecto: “Es la historia de uno de los actos más agresivos contra América Latina que ha tenido Estados Unidos”. De hecho, si se preguntase a los colombianos qué saben de la separación de Panamá, creo que la inmensa mayoría coincidiría en afirmar que fueron “los gringos” quienes nos quitaron a Panamá.

Una revisión de la historia colombiana, y otro tanto de la historia insular, nos revela un escenario muy distinto, que lamentablemente hasta ahora parece estarce desempolvando. En su excelente libro Panamá siempre fue de Panamá, Óscar Alarcón Núñez nos remite a la tesis que viene implícita en el título de su obra: Panamá siempre se consideró independiente de la Gran Colombia, de la Confederación Granadina, de los Estados Unidos de Colombia y posteriormente, de la República centralista de Colombia, acuñada en 1886. Desde los años gloriosos de Simón Bolívar y su proyecto de una gran nación, Panamá se unió al gobierno de Bogotá buscando la protección de una posible reconquista española; en los tiempos de la Confederación Granadina, Panamá condicionó su unión al respeto a su soberanía y una forma de gobierno federal; con la formación de los Estados Unidos de Colombia, la condición siguió siendo la misma, y para la época de la Constitución centralista de 1886, que transformaba radical y definitivamente a la República, Panamá consiguió un tratamiento especial como departamento cuasi-independiente.
El tema del canal en Panamá, el florero de Llorente en su versión itsmeña, merece el tratamiento económico-político que la historia le ha negado, oscurecido siempre por ese apasionamiento nacional antiestadounidense. Desde los comienzos de la segunda mitad del Siglo XIX, los Estados Unidos de América habían puesto sus ojos en Centroamérica para la construcción de un canal interoceánico; el afán fue mayor cuando explotó la famosa "fiebre del oro" en Norteamérica, puesto que para los pioneros estadounidenses era más sencillo embarcarse hacia Colón, viajar por tierra hasta Ciudad de Panamá y desde allí embarcarse por el Pacífico hacia California. Igual recorrido hacían los pioneros para regresar al Este norteamericano, lo que significaba un afluente de comercio importante para la gente del itsmo.
La construcción de un canal era imperiosa. El gobierno nortaemericano tenía planeadas varias posibles rutas para el canal, atravesando por alguna de las naciones centroamericanas, pero la más sencilla era precisamente por Panamá. De hecho, la proyección estadounidense del canal ítsmico es anterior a la "fiebre del oro" (lo que refleja uno de los aciertos de la política exterior y militar de los Estados Unidos, siempre visionaria) y ya desde 1846 Estados Unidos suscribió con la Nueva Granada el Tratado Mallarino-Bidlack (ése mismo de antecedentes en la famosa doctrina Monroe y que fue antecedente del famoso Caso de la Tajada de Sandía) y con los ingleses, en 1850, el Tratado Clayton-Bulwer, inspirado en la Doctrina Monroe de 1823, que otorgaba a los Estados Unidos la posibilidad de intervenir militarmente ante cualquier acto que pusiese en riesgo la seguridad del tránsito por el istmo. Rafael Núñez agradecería posteriormente la existencia de ese Tratado, con la sublevación de los panameños en 1885.
Quiero aprovechar que he mencionado la Doctrina Monroe para hacer un paréntesis en esta reflexión. Mucho se ha criticado esta doctrina: "América para los americanos"; pero si se orienta a los motivos que la acuñaron, veremos que fueron muchas las naciones emergentes del Caribe y Centroamérica que en su momento la agradecieron; luego de la independencia de España, cabía la posibilidad de que este Reino intentase una reconquista, o que alguna otra potencia europa -Gran Bretaña, Francia- intentase conquistar los territorios que los españoles recién habían perdido (recuérdese el caso de los ingleses en Buenos Aires, en 1806, o la guerra de reconquista inglesa contra Estados Unidos, en 1812) por lo que el lanzamiento de esta prerrogativa diplomática fue en su momento un alivio para las recién creadas naciones de América.
Volviendo al tema de Panamá, el itsmo estaba parcialmente militarizado por los Estados Unidos, pero la construcción de un canal estaba apenas en el horizonte. Hacia 1878 entraron los franceses en el proyecto de construcción del canal, pero debido a las condiciones geográficas y climatológicas del lugar, la empresa no pudo culminarse. Fue así como entró nuevamente Estados Unidos en el escenario, pero debido al fracaso francés, los estadounidenses proyectaron la construcción en otras regiones de Centroamérica y empezaron a negociar con los nicaraguenses; esto alarmó a los panameños, quienes perderían la oportunidad de tener un canal que multiplicaría los ingresos del departamento. Para ese entonces, ya había terminado la guerra de 1885 y había sido sancionada la Constitución de 1886, por lo que la ratificación de un tratado con los Estados Unidos, para la construcción de un canal por el itsmo, dependía enteramente del Congreso de la República.
Ya en 1903 las condiciones de Estados Unidos para la construcción de un canal por Centroamérica -fuera en Panamá o en Nicaragua - eran claras: reconocía la soberanía nacional -colombiana o nicaragüense- sobre el territorio, sólo pedía la operación -la administración y la soberanía estadounidense de la franja del canal -por un plazo de cien años y a cambio se encargaba de la construcción del canal y entregaba la suma de diez milones de dólares, y 250,000 dólares cada año. Ese fue el acuerdo al que Tomás Herrán, negociador por Colombia, llegó con los Estados Unidos, y cuando su negociación fue puesta a disposición del Congreso para que la ratificase, este se negó unánimemente a hacerlo, aludiendo a que aquello era un acto de humillación y se entregaba la soberanía nacional.
Los panameños, organizados y liderados por colombianos -me refiero a personajes del interior del país, como el General Esteban Huertas, de origen boyacense - se sientieron descepcionados por la decisión del Congreso y fue así como, el 3 de noviembre de 1903, declararon su independencia de Colombia y recibieron el reconocimiento y protección militar de los Estados Unidos, a cambio de ratificar el tratado del canal.
Estados Unidos nunca estuvo interesado en la sepración de Panamá, sólo le interesaba construir el canal interoceánico y administrarlo por cien años; los panameños fueron los artífices de su secesión, al verse contrariados por la decisión del Congreso colombiano de no ratificar el tratado y que el canal se lo quedaran los nicaragüenses. El Gobierno y el Congreso de la época fueron los verdaderos culpables -porque Marroquín no hizo el menor esfuerzo para que el tratado de ratificase- de la separación panameña, así que ese "I took Panama" es una distorción de la historia, porque los estadounidenses en realidad no tomaron nada, porque Panamá siempre fue de Panamá.

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